Una de las experiencias más importantes en nuestro proceso
humano es la de ser madres. Biológicamente estamos preparadas para ello. Cuando
tomamos la decisión de tener un hijo/a, es algo que cambiará nuestro estado
para siempre: nunca dejaremos de ser madres.
Pasaremos por un proceso de gestación. El bebé se está
formando en nuestro interior y nuestro cuerpo se ocupa de proveer a ese ser
todo lo que necesita para su desarrollo. Es un período sumamente importante, ya
que somos uno con él/ella y todo lo que comemos, todo lo que pensamos, sentimos
y las experiencias por las que vivimos, formarán parte directa de su
estructura. El bebé se está alimentando de nuestras emociones, por eso es tan
importante que la madre esté tranquila, con ilusión para apoyar a la criatura
en este primer desarrollo de sus células y poder transmitirle la seguridad, que
es esperado/deseado, que le amamos.
Una vez damos a luz, la responsabilidad sigue estando
ahí, de forma básica y fundamental, para nutrirle y seguir alimentando todos
los aspectos emocionales, que influirán en el futuro de nuestro hijo/a. La
parte física está muy valorada. Deseamos que esté sano/a y le cuidaremos muy
especialmente durante los primeros años de su vida, para ofrecerle un ambiente
lo más sano posible, con alimentos saludables, que no pase frío, etc. En el
aspecto emocional, también procuraremos darle nuestro amor y transmitirle
nuestros valores.
Cuando el hijo/a está creciendo, y empieza a ir a la
escuela, podemos pensar que la educación se la deben dar en la escuela. Tengamos
en cuenta que los valores y la educación la recibirá en casa, mientras que en
la escuela, recibirá unos conocimientos que les serán (de mayor o menor)
utilidad para su futuro. Ahora bien, no caigamos en la idea de que son los
profesores quienes deben responsabilizarse de nuestros hijos/as, ya que somos
nosotras como madres (y los padres, por supuesto) las que debemos velar por
ellos, en estos aspectos. En el caso de que llevemos al niño al mejor colegio,
pero en casa, hay gritos, no hay respeto, y constantemente se critica, el niño
recibirá los valores que se encuentre en casa. Por eso, debemos tomar nuestro compromiso.
Mi responsabilidad (nuestra responsabilidad) como madres
es estar lo mejor posible nosotras, a todos los niveles, para ayudar a nuestro
hijo/a. Si en casa, tenemos unos buenos hábitos alimenticios, el niño lo
recibirá como normal; si transmitimos respeto, así lo recibirá; si animamos las
acciones adecuadas, en lugar de criticar y castigar solamente los malos comportamientos,
así lo vivirá; si expresamos nuestros sentimientos, así lo sentirá, como algo
normal. Si, nosotras como madres, nos valoramos, nos cuidamos, nos respetamos y
amamos, y hacemos lo mismo con nuestra pareja e hijos, así lo integrarán ellos en
sus valores fundamentales.
Seamos responsables de nosotras, para facilitar las bases
de desarrollo para una vida feliz del niño/a, acompañándoles en todo momento en
su proceso evolutivo y ayudar a que saquen su propia luz y en el futuro, puedan
ser seres independientes y felices. Tu hijo/a no es tu hijo/a, es un ser que te
ha elegido como madre para poder realizar su función en este mundo. Así que
acompáñalo/a de la mejor manera posible, con humildad y agradecimiento, por
haberte elegido desde el amor.
¡Que
seas muy feliz! Gracias.
Maria
Iglesias
Coaching,
PNL y Psicosomática Clínica
Tel. (34)
606 32.08.54
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